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Capítulos de La Vida en un Pueblo Indígena de Guatemala
[Introducción] I. Niñez ] II. Cortejo y Matrimonio ] III. Vida Matrimonial ] [ IV. La Muerte y Mas Allá ] V. Consideracions Culturales ]
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Las enfermedades se combaten con medicamentos patentados, hierbas medicinales y, en algunos casos, con oraciones y ritos especiales celebrados por un chamán. Los médicos se encuentran muy lejos y lo pueden ser llevados al pueblo sin grandes gastos y viajes. Sin embargo, el gobierno nacional' suministra algunos medicamentos, como una preparación para eliminar parásitos intestinales, enfermedad común en los niños..

La muerte, por lo general, es atribuida a causas naturales pero a veces se atribuye a la “malicia" de malos vecinos, al "espanto" producido por un poder sobrenatural maligno, o a brujerías. Los niños también pueden morir de "mal de ojo", o a causa de las riñas de sus padres. En este caso, espíritus ancestrales vengativos castigan a los niños por los pecados de sus progenitores. Un búho que ulula o un gato que se pasea en el techo por encima de una persona enferma se interpretan como presagio de muerte cercana.

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El enterramiento se efectúa a las pocas horas de producirse la muerte. Si ésta ocurre durante la noche, la inhumación se efectúa al día siguiente. Tan pronto como una persona fallece, se llama a un especialista para que limpie el cuerpo y lo vista para el enterramiento. Ancianos, que con frecuencia se han resignado a la inevitabilidad de la muerte, compran de antemano sus ataúdes de madera. La construcción de ataúdes es una de las fuentes principales de ingresos del carpintero del pueblo. Los parientes lloran sobre el cuerpo; los vecinos llevan velas para encender cerca del ataúd, y se les da aguardiente para ahogar su pena. Miembros de la cofradía excavan la fosa y llevan al féretro al cementerio, seguidos del cortejo que participa en el duelo. Los gritos de angustia aumentan en volumen conforme el cuerpo es bajado al fondo de la fosa profunda. Las parientes son las que más se conmueven, lloran y se quejan, y a veces se arrojan encima del féretro a medida que éste se aproxima al cementerio, especialmente si el fallecido es el padre. Se muestra más dominio cuando se trata de los funerales de un niño. Algunos dicen que el llanto excesivo demora el alma del infante en su viaje al cielo.

Antes de que el ataúd sea cubierto por los cofrades, cada participante en el duelo besa un puñado de tierra fresca y lo lanza a la fosa. Algunas asistentes llevan cántaros con agua del lago para humedecer la tierra que cubre la tumba. Los deudos continúan bebiendo aguardiente después de regresar del cementerio.

Aun cuando la muerte de un miembro de la familia evoca lamentaciones genuinas, existe un temor generalizado, pero oculto, al espíritu que ha abandonado el cuerpo. "Espíritu" es sinónimo de "alma" y se concibe como una paloma que revolotea y que es invisible a los mortales. Se hacen gestos para asegurar la rápida partida del espíritu del pueblo, y para aplacar el alma como una seguridad contra su retorno futuro para perseguir a los que viven. Artículos íntimos del fallecido, como sandalias, una pipa o una botella de aguardiente, son colocados dentro del ataúd. De otra manera, el espíritu puede volver y atemorizar a la gente.

El que encabeza la procesión funeral lleva un estandarte que ostenta una cadáver con huesos blancos, sobre fondo negro. Se cree que el estandarte obliga al espíritu a retirarse de la escena de la muerte. Los que llevan velas para el ataúd dicen que lo hacen con el objeto de asegurar al espíritu de sus buenas intenciones y así evitar malentendidos y represalias sobrenaturales. Por las mismas razones, se besa la tierra de la tumba. El agua echada sobre la tumba la apelmaza y la hace menos accesible a animales sobrenaturales malignos y otras fuerzas oscuras que pueden ser atraídas por el cadáver.5

La procesión funeral se detiene en diferentes lugares a lo largo del camino al cementerio, en los cuales el sacerdote nativo dice oraciones. Cuatro estaciones se hacen al salir de la casa, una frente a la puerta, una en el patio, otra al llegar a la calle y la última al llegar a la primera esquina. Si el difunto es un mayor del pueblo, o la esposa de uno de ellos, se hacen estaciones adicionales para orar en el camino y en la iglesia. Participantes en el sepelio colocan centavos sobre el ataúd en cada estación. A cada oferta de dinero, el sacerdote recita un padre nuestro y utiliza las contribuciones para comprar incienso y otros materiales necesarios al ritual. Pero los contribuyentes piensan que la esencia de los centavos ofrecidos asciende en compañía del alma con el propósito de comprar su libertad, para salir de un lugar que corresponde al purgatorio, llamado ”la cárcel” por algunos y “Jerusalen” por otros. Las oraciones y las ofrendas aumentan con la importancia de la persona, cuyo cuerpo es llevado a su descanso final.

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A. Tradiciones fusionadas. La cultura de San Pedro representa una fusión de influencias indígenas y españolas del tiempo de la conquista. Ambas influencias son discernibles en la mayor parte de los aspectos de la cultura, pero no en la forma de elementos separados que existen unos al lado de otros individualmente. Mas bien, las dos tradiciones se han fundido en el curso de cuatrocientos años para formar un patrón cultural. El caso es similar al del niño que se parece a los dos padres, pero que tiene una personalidad y una apariencia diferentes de los dos. La fusión de las dos corrientes históricas puede verse en las prácticas y creencias que rodean el funeral. Las velas y los ataúdes, centavos y padrenuestros, arrancan de una herencia europea; pero su valor simbólico es una creación de la cultura de San Pedro. El concepto de un juicio celestial ha sido adaptado con el objeto de que refleje las normas de justicia prevalentes en el pueblo.

De la misma manera que se trata a una persona en vida, así el alma es juzgada y luego encarcelada por sus pecados. El alma, al no poder pagar las multas, debe sufrir el castigo de faenas duras. Mientras más dinero den los participantes en el duelo, más rápidamente será conmutada la sentencia del alma. Agradecida por su liberación, ésta devuelve el favor a sus parientes vivos, rogando por ellos ante los poderes divinos que manejan los destinos de los hombres.

Para que las seguridades sean doblemente eficaces, las familias más adineradas arreglan un rito especial varios años después de la muerte de un pariente importante. El rito es celebrado en la iglesia por el delegado local sacerdotal. Se encienden velas, no sólo para el finado jefe de familia, sino para cada pariente fallecido, cuyo nombre se recuerda. Por cada vela se contribuye con un centavo y se reza un padre nuestro. Ello se hace también ante un grupo de velas anónimas para asegurarse de que la familia no incurre inadvertidamente en la ira de espíritus menospreciados, que han sido atraídos a la ceremonia por las campanas de la iglesia, sonadas durante el curso de los servicios. Como esto se hace conforme a las prácticas católicas, el chamán asiste a la ceremonia, pero no oficia. Sin embargo, sus servicios previos a la misma son indispensables. Selecciona un día propicio para la ceremonia contando los nombres de los días mayas con sus dedos. A la víspera del acto celebra una ceremonia privada en la casa de la familia donde purifica las velas, lavándolas cuidadosamente con agua bendita. El hecho de no lavar una sola de las velas podría dar como resultado la ceguera o sordera de uno de los miembros de la familia. El chamán ora a los espíritus ancestrales y a todas las fuerzas religiosas y ocultas que están a su disposición. En un largo relato detallado pide que los herederos vivos no sufran enfermedades, lesiones, desastres y cosas similares. Se sirven bebidas en la iglesia antes y después durante los servicios, pero no mientras duran.

El chamán es recompensado con generosos regalos o alimentos ceremoniales y el rezador con los centavos que colecta. El espíritu del dinero apresura la liberación del antepasado de la "cárcel", y él, a su vez, intercede a fin de que las solicitudes de sus parientes piadosos sean concedidas. Es más, el alma liberada puede comunicar su gratitud en un sueño de uno de los miembros de la familia del finado. Los guardianes ancestrales, por medio de sueños, también pueden indicar su desagrado en relación a la venta de una propiedad familiar o de las disputas entre hermanos acerca de sus partes de la herencia.

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B. Espíritus de los muertos. Lo mejor que puedan hacer los espíritus de los muertos para ayudar a los seres vivientes es alejar el infortunio. Cuando interfieren en la tierra, por lo general lo hacen con el fin de atraer enfermedades o sufrimientos. Comúnmente, el mejor antepasado es el que se mantiene alejado. Pero a pesar de todas las precauciones que se toman para alejar el espíritu de la casa cuando el cuerpo sale de ella, se cree que el alma ronda por la región durante algunos días, antes de retirarse. No puede abandonar el lugar hasta que haya reunido todas las uñas cortadas, el pelo, la saliva y otras substancias del cuerpo que fueron desechadas en vida. Debe recorrer todos los senderos y repetir todos los viajes hechos antes que el alma y el cuerpo se separaran. Esta es la razón que se da para no escupir en un barranco profundo o desde una lancha al lago. Tales actos desconsiderados imponen cargas adicionales al espíritu, que debe reunir todas sus cosas antes de partir. Razones similares se dan a veces para permanecer cerca del pueblo, en vez de hacer largos viajes. Sin embargo, lo cierto es que esta noción no parece actuar como un factor importante de disuasión. La mayor parte de la gente se doblega antes de la necesidad y se preocupa al menos de evitar las consecuencias mágicas que de discernir posteriormente las causas de las dificultades que la afligen.

La muerte violenta es un baldón. Los cuerpos de los que mueren ahogados o en accidentes, por asesinato o suicidio (ambos ocurren con muy poca frecuencia) son enterrados sin ceremonia y de prisa. Son transportados en una parihuela especial y colocados en la tumba boca abajo. Se cree que hay algo de impuro y peligroso en ellos, y que sus espíritus son una amenaza para los seres vivientes. Esta actitud está bien ilustrada en la siguiente historia:

Pocos años antes de que el autor llegara a San Pedro fue rescatado el cadáver de una persona que se ahogó en el lago y fue sepultado debajo de una cruz, cerca de la escena de la tragedia. Cada noche, al sonar las ocho, su espíritu aparecía con el fin de molestar a la esposa que había abandonado antes de morir. Al acercarse a la casa de ella hacía un ruido, "tin-tin-tin". Se detenía a la puerta y entonces la atemorizada mujer le preguntaba, "¿Qué buscas, haragán? Nunca trabajaste cuando vivías. Nos abandonaste a mí y a mis hijos. Por perezoso te ahogaste. Aléjate o te mantendré alejado quemando chile en la vereda.” La persiguió durante una semana y luego desapareció, probablemente en el lago, pues los espíritus de los hombres que mueren violentamente son excluidos del cielo y se quedan en los alrededores del lugar del accidente. Los sampedranos rehúyen esos sitios visitados por los espíritus.

Los muertos son conmemorados en el Día de Finados, 2 de noviembre, de acuerdo en la costumbre católica. En San Pedro esta ceremonia dura tres días y principia el primero de noviembre, cuando todas las familias colocan cestos de comida para provecho de los espíritus visitantes. Las ofrendas consisten en mazorcas de maíz tostado, camotes, güisquiles1 y otras frutas silvestres recién cortadas. Las campanas de la iglesia suenan ruidosamente al mediodía para llamar a los espíritus de los muertos que se deleitaron el aroma de los alimentos, los cuales son después consumidos por los vivos. Luego, los deudos colocan velas sobre las tumbas de sus desaparecidos, contribuyen con centavos, mientras el sacerdote laico reza una oración por cada alma, y van de tumba en tumba en un cementerio vivificado por la luz danzante de miles de velas.

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Los aspectos formales de la fiesta para los muertos, que son las cosas que con mayor facilidad observa un extraño, tienen el sello inconfundible de la influencia española. En otras áreas del comportamiento cultural, como en las técnicas agrícolas, el aspecto formal refleja de manera predominante la persistencia de las prácticas nativas. A mitad del camino, entre estos extremos, se encuentran patrones culturales como la construcción de casas, que en San Pedro muestran influencias tanto nativas como españolas en una proporción más o menos igual. Pero el núcleo de una cultura se encuentra, por debajo de los aspectos formales que se descubren a primera vista, oculto en las mentes y corazones de quienes practican su cultura. A diferencia de la forma visible, la esencia del significado asociado con las casas, los cultivos y los ritos funerarios, desafía los esfuerzos para valorar las proporciones de los ingredientes españoles e indígenas.

Sin embargo, la trama del significado que enlaza los actos y los objetos en un sistema de valores subjetivos no se teje de la nada. Los ingredientes con los cuales se forma provienen de la historia, de las experiencias de las generaciones sucesivas para adaptar las dos corrientes de su tradición histórica a cada una y a las exigencias de su ambiente social y físico. Este patrón o "diseño para vivir" sufre cambios continuos e imperceptibles. Por una parte, es una fuerza conservadora, que tamiza y formula las nuevas influencias para adaptar las al patrón existente. Por otra, éste se reforma lentamente en respuesta a las nuevas presiones, al igual que la imagen simétrica en un caleidoscopio sacudido con suavidad. Así como las vidas de los sampedranos se ven cada vez más implicadas en los asuntos nacionales en el actual régimen de Guatemala, a medida que las nuevas técnicas de producción y de educación revitalizada echan raíces en San Pedro, así el sistema de valores del pueblo se irá transformando de acuerdo con tales presiones, pero sin abandonar la huella de las experiencias pasadas.

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  1 Planta herbácea de raíces tuberosas. originaría de America Central, conocida en otras partes de América Latina con los nombres de chayote, chocho o chuchu. (N. del E.)
   
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